jueves, 9 de diciembre de 2010

poemas


El primer poema escrito por un servidor iniciaba de la siguiente manera: “El granjero está contento y las vacas hacen muuu”. La influencia de este arrebato lírico se debía a la pluma de un puñado de nobles hombres que dedicaban su vida a escribir versitos para los libros de primaria. Por algún misterio zoológico todos los poemas se relacionaban con vacas, chivos y sapitos glo-glo-glo. El día que presenté ante la comunidad escolar mi pieza poética causé diversos efectos que variaron en un espectro comprendido entre la estupefacción, el azoro y las sonrisas conmiserativas. Sin embargo, la crítica más justa la asestó un compañerito escolar de nombre Arturo Villegas (a) El Tololón, que en el momento que terminé se acercó y me dijo “está muy tarado”.Me retiré.

La verdad y a riesgo de ser considerado un ignorante con sensibilidad de tamal, es que nunca he sentido la necesidad de correr a una librería y comprarme el poemario de nadie. Jamás percibí que supusiera una ventaja en el arte de la seducción instalarme al lado de una muchachona y empezar a recitar: “Me gustas cuando callas...”. En realidad una vez sentado en una café con una mujer que yo creí en perfecto uso de razón hasta ese momento, escuché diez minutos de su último poema y pasé un papelazo con el mesero porque ella además de leer subía la voz en los momentos culminantes mientras yo la veía como se mira a una plaga de langosta.

Mi más estrecha relación con la poseía ocurrió durante la infancia debido a que al sonar las tres de la mañana los amigos de mi padre (una bola de señores muy inteligentes, pero muy pedotes), iniciaban la declamación de poemas hasta que los vecinos llamaban a la policía mientras ladraban los perros de la madrugada.Hablar de lo que uno no sabe (ejercicio que he cumplido puntualmente a lo largo de casi toda mi vida) entraña ciertos riesgos; el más conspicuo es que alguien se encabrone y mande cartas que dicen: “¡pero como es posible!”. Ni modo, hoy quiero hablar de mi propia tipología poética que se compone, según yo, de varias opciones.

En primer lugar están los poemas ortodoxos en los que si uno concluye la primera frase con la palabra “antediluviano”, deberá usar en la tercera frase la palabra “mano” y es cosa de seguirse. Otra característica es que se deben usar palabras cuyo significado desconozca el 75% de la población, se recomiendan: “ebúrnea, prístina y mastigofora” (cómo estarán las palabritas que el corrector ortográfico de mi computadora pensó que me había vuelto loco).

Otra categoría es la de los poemas que enseñan en la primaria y que luego a algún viejo pendejo le da por recitar en quince años, bodas o tertulias. Las principales características de estas piezas literarias consisten en que son casi siempre unos tragediones terribles (una tertulia de borrachos se acuerda de su madre, un niño imbécil llamado Paquito dejará de hace travesuras o un actor inglés ira a ver al doctor porque pasa por una depresión fatal). La segunda característica es que los que declaman mueven las manos y pelan los ojos... Es horrible.

La tercera opción es más moderna y se distingue por dos razones muy claras; la primera es que a veces el asunto se vuelve incomprensible y se dicen cosas como: “busco mi sombra, sol, luna ¿te has ido?” y entonces uno no sabe si lo que se fue es el sol, la luna o la inspiración del autor. La segunda propiedad de los poemas modernos es que se considera elegante escribirlos dejando espacios deliberados y entonces se puede leer: Cae la tarde Caes tú.
En fin, no quiero que se piense que esta colaboración se encamina a estigmatizar a la poesía y a los poetas. De hecho siempre he creído que cada quien se dedica a lo que le da la gana y si a alguien le da por hacer versitos pues estupendo. Después de todo, yo mismo cada que tomo tres güisquis, me encasqueto una cachucha, pongo el ojo tuerto, subo a una mesa y me arranco: “con diez cañones por banda, viento en popa a toda vela...”Hasta que me quedo solo.

miércoles, 20 de octubre de 2010

tod@s

Son malos tiempos para hablar claro, la última década nos ha traído una oleada de puritanismo y corrección política que se empieza a expandir como una plaga creciente e irremediable. Parecería que las viejas batallas de activistas combatientes que se enfrentaban con la policía montada se han transmutado en grupos de gente ociosa que vive pendiente de que se hable y se diga lo que la corrección política dicta y no lo que uno piensa. La primera vez que leí “tod@s”, por ejemplo, pensé que se trataba de una errata, pero me di cuenta de inmediato que solo un imbécil se equivocaría de tal manera dado que la “o” y la @ se encuentran en las antípodas del teclado. Mas tarde se me explicó, como se le explica a un idiota que nada entiende, que la razón de la arrova en la palabra era un intento ingeniosón por expresar sintéticamente “todos y todas” y entonces me quedé muy sorprendido de que hubiera gente con el tiempo y la paciencia suficiente para tales mamadencias.

Los paranoicos del mundo (que son una turba) normalmente asumen que absolutamente todo lo que ocurre, se dice o se hace está diseñado para joderlos y entonces buscan signos de agravio con la misma obsesión que Colón a las Indias. Normalmente se empieza por el bulto y entonces se edulcoran los términos que supuestamente son las mayores ofensas en un ejercicio de cierto candor. El razonamiento es el siguiente: “Negro (a pesar de ser un bello color) es algo muy feo de decirle a una persona (no importa que sea negra) y es por ello que hay que buscar una palabra sin esta carga adjetiva”. Acto seguido alguien se devana los sesos y sugiere “afroamericano”, término que se extiende triunfante y se le aplica, por ejemplo, a un negro que nació en Holanda o en China y que nada tiene que ver con estos ajos. Lo mismo pasa ahora con las personas que sufren alguna enfermedad y que ahora se llaman “con capacidades diferentes”. Si bien el término es inapelable, también es cierto que es vago y confuso ya que no orienta en lo más mínimo acerca de lo que se quiere describir.

En esta avalancha los enanos se han convertido en gente pequeña y la cruz roja ahora ya no podrá ser cruz debido a las protestas de los no cristianos en el sentido de que simboliza el valor de una religión y no de todas. Asimismo los indios, a los que uno se imagina con penacho de pluma y un peto de huesos en el plexo solar han dejado de serlo para convertirse en “nativos americanos”, un término tan exacto que permite que en él quepan más de mil millones de personas, entres ellas usted y yo, querido lector…Ay que hueva.

Me imagino a los neólogos sentados en concilio alrededor de una mesa, muy serios y circunspectos y con una lista de palabras que deben ser modificadas para que nos entendamos mejor. Así por ejemplo alguien propone “albino” y todos acuerdan que es un término incorrecto y probablemente despectivo. Entonces el de mayor iniciativa propone “persona desmelanizada”, se vota y todos tan contentos. El caso más triste en este destino de corrección le corresponderá a Kal El, el legendario Superman, que próximamente será bautizado como Superperson, no sea que las feministas se nos vayan a molestar.

A quien lea en estás líneas alguna tentación machista le puedo informar que está equivocad@, es simplemente un llamado a la economía del lenguaje. Si todos nos ponemos a hablar como Fox vamos a tener que duplicar el tiempo invertido en las charlas, que ya es demasiado. Uno no puede ir por la vida diciendo “alumnas y alumnos” o “chiquillos y chiquillas” sin que se le desgaste la traquea. Para hacerla fácil sugiero que empecemos a hablar en femenino, así “ellas” albergará a hombres y mujeres, lo mismo que “bienvenidas”. Con esta simple modificación mataremos como quince pájaros de un tiro. Por un lado quienes alegan acerca del sexismo del lenguaje quedarán satisfechos, por otro, los neuróticos como yo que no entendemos estas imposturas de la vida moderna también lo haremos y entonces viviremos en feliz coincidencia todas y todos o lo que es lo mismo todo@s

sábado, 16 de octubre de 2010

formas...

El problema con este país -según yo- es que todo mundo apuesta por el fondo y no por la forma, cuándo es precisamente ésta última la que prevalece en la toma de decisiones de los mexicanos. A la gente -usemos un ejemplo exótico- le gustaría mucho más ver la foto de un candidato disfrazado de mariposita, que analizar su propuesta económica (aunque bien mirado el asunto, debe ser una foto notable). Los publicistas lo saben bien; no importa que el producto que desean vender sea una porquería y saque hongos en la entrepierna después de todo: ¿quién lee las recomendaciones de uso? Lo que realmente rifa es si el producto en cuestión nos deja una apariencia de hombres decididos capaces de sellar un negociazo para luego subir al Concorde y meterse a la cama con una mujer despampanante que se derrite nomás de olerlo a uno... forma señoras y señores.

Es el signo de los tiempos; lo que no le debería importar a nadie es lo que realmente importa. Ahí tenemos fotos de princesas encueradas o llamadas que son interferidas en las que señores que le decían palabrotas al éter son presentadas en cadena nacional. Ahí está el Reforma, presentando una foro de Raúl Salinas sentado en un yate con cara de pasárselo a toda madre, probablemente porque tiene sentada encima en posición de decúbito dorsal a una señora que hoy es su mortal enemiga. Ahí están las Patis Chapoyes y las Shanikes derramando lo que intelectualmente pueden (que es equivalente, usemos términos informáticos, a los bits que caben en un transistor) y en competencia con un programa sobre análisis de la oferta electoral ¿quién tendrá más televidentes?

Y por ahí empieza la opereta, porque a mí me resulta elemental que si uno va a asistir a una cena con la crema y nata de la intelectualidad, tiene que machetearse a Proust y llevar preparado un discurso sobre lo que se piensa gastar en tubas para la sinfónica. Si el destinatario es el público estudiantil, entonces hay que saber cuantos aprueban, cuántos reprueban y quién se sienta en la fila de los burros. Sin embargo, en las próximas elecciones los que cortan el chicharrón y son mayoría se abanican en las tubas de la sinfónica y les vale un pito los índices de deserción ya que forman parte de ellos. Todo aquel que hable de la madurez política del pueblo mexicano simple y llanamente no sabe lo que está diciendo. Esa, mi querido lector, es la cruda realidad y lamento decirlo con esos aires de suficiencia, pero estoy seguro que en esta ciudad y en estos tiempos, la India María tiene más taquilla que un análisis de Lorenzo Meyer ( y esto lo digo con respeto para el maestro Meyer y también para la India María)

En consecuencia me parece que todo aquello que hagan los candidatos para llamar la atención tiene ése sentido; si se trepan a un caballo con riesgo de que les salgan juanetes en las nalgas nomás para que vean que son charros, si cargan niños que huelen a popó, si cantan boleros o declaran que quieren mucho a su mujer, todo ello deberá ser interpretado en el contexto del votante promedio para el que va dirigida la cabalgata (en algunos casos con saldos trágicos como el caso de Del Mazo que no supo meter un boleto en los torniquetes del Metro). Yo pregunto: ¿cuánto se ha discutido en los medios la propuesta específica de cada candidato? la respuesta es paupérrima, pero es también explicable: se trata de ganar no de convencer a la clase ilustrada, que por cierto está haciendo análisis medio mamonsones.Así las cosas no queda más que esperar que los candidatos bailen la zandunga, revitalicen su relación con el pueblo, coman sopa de cabellitos de elote sin que les ganen los ascos y se sigan dando hasta con la cubeta hurgando entre las tinieblas del pasado de sus adversarios.

No recuerdo quién, pero alguien que seguramente era muy listo dijo una vez: La política es el arte de lograr que la gente no se meta en lo que sí le importa... Desgraciadamente, tenía razón

lunes, 11 de octubre de 2010

albur

Una de las famas ganadas con mayor justicia que tenemos los mexicanos es la de ser buenos para los albures, esta virtud, que se podría comparar con otros atributos como ser alegres, huevones o de plano llevados de la mala vida, son las que seguramente han contribuido a construir la identidad nacional. Si, por ejemplo, vamos algún día caminando por el aeropuerto Rajaputra de Nueva Delhi y exclamamos algo como “el saco me quedó chico” habrá que afinar el oído y otear el horizonte; escuchar algunas de las siguientes frases nos permitirá identificar a un compatriota perdido en su viaje por Asia: a) medallas y llaveros”; b) “échame de menos”; c) “a travieso, nadie me gana” y d) “¿cómo?”.

La vida no me ha dado la imaginación suficiente para especular acerca del origen del albur. No sé si los españoles tenían éstas pretensiones de andarse jodiendo con chupadas y mechas en la punta. Ignoro, también, si el asunto se originó gracias al ingenio e imaginación de algún príncipe chichimeca que no sabía que uso darle a la palabra camote. Algún sociólogo de ésos que les gusta investigar cosas como los hábitos sexuales de los policías del siglo XIX en la meseta de Oaxaca, quizá ha encontrado que el albur es un producto del mestizaje y que algún azteca receloso decía “sí amo” en nahuatl cuando en realidad estaba diciendo “me agarras”. El hecho es que hoy en día uno debe hablar con la cautela de un adúltero para evitar que los amigotes lo agarren de su güey.Todo este asunto viene a cuento porque el otro día soñé que una empleado de ventanilla en la Secretaría de Hacienda me masacraba a base de albures mientras yo le entregaba mi forma IS24567389”////.

El tipo me decía refieriéndose a los palitos del final de la forma que: yo no había agarrado la onda y que él me iba a dar otra forma. Desperté entre sudores fríos y me dirigí inmediatamente al psicoanalista. Al entrar en el consultorio no pude evitar advertir que la recepcionista tenía más bigote que yo y que usaba un sombrerito que le confería el aspecto de una jaula de guacamayas.

Cuando entré con el doctor y le expliqué mi problema me dijo: “mire amigo, lo que usted necesita es agarrar confianza en sí mismo. Siento que está muy rígido. así que ¿por qué no se sienta y me platica su problema?Me senté.El analista continuó: “su vida se vierte por un agujero, así que ponga atención y trate de recordar los momentos más cálidos de su vida. Seguramente usted de chico daba mucho de que hablar, se enfrascaba en constantes disputas y su madre no lo atendió como era debido. Para superar su problema es menester que descanse ¿Estamos?”“Estamos” respondí.“Bien, le voy a sugerir que acuda con el Dr. Martín Cholano y le cuente lo que a mí me ha contado, seguramente el le ofrecerá el consuelo que su alma necesita.”Desperté por segunda vez y me juré no volver a cenar quesadillas de pápaloquelite. El asunto me ha funcionado pero sin embargo, sigo con inquietudes y es por eso, querido lector que me acojo a su comprensión para que cuando lea estas líneas comprenda que las escribe un hombre desesperado que probablemente se cosa la boca para evitar ir por la vida sufriendo el ingenio ajeno.

el grito

Entre el momento que el cura Hidalgo tomó una decisión y salió a matar gachupines y el día de hoy ha pasado mucho tiempo. Sin embargo su gesta se recuerda año con año a través de un ritual profundamente barroco siguiendo la tan mexicana maña de festejar lo que sea (hace unos días los cadetes del Colegio Militar recrearon la batalla del 13 de septiembre y no me imagino cómo le hicieron para salir derrotados, ni cuáles cadetes representaban a los gringos).“¿Qué si no vas a ir al Grito?” Me preguntaron. Sonreí cortésmente y entonces, como en una avalancha, llegó a mí una cascada de recuerdos (nótese que sigo poético, que chingao) que me dejaron con una sensación de amargura que aún conservo.

El último Grito de Independencia al que asistí tuvo verificativo la noche de un 15 de septiembre de hace siete años; en la expedición iba mi mi amiga Dana, su novio –un hombre de tres metros- y un servidor enfundado en una camiseta de color verde como la esperanza. Todo inició muy mal: el lugar más cercano al zócalo de Coyoacán se hallaba a una distancia equivalente a la que existe entre Lindavista y la central de abastos, por lo que fue necesario emprender una caminata que me hizo envejecer veinte años. Por las calles nos rodeó una nube de compatriotas vestidos como sólo se vestiría alguien que tiene ausencia cerebral; unos llevaban su sombrerote de tres metros y un jorongo con leyendas alusivas como: “viva México cabrones” o “tu mamá me ama”. Cuando llegamos a la plaza y vi a la gente me acordé de una película en la que sale John Wayne con los ojos de alcancía y dirigiendo a una nube de mongoles (entre los que se contaba Pedro Armendáriz, también con ojos de alcancía). Sin embargo, el vértigo producido ante la cantidad de compatriotas no fue una advertencia suficiente y nos metimos a la bola a lo puro güey.

Fue horrible...Como no había referentes cardinales precisos uno iba caminando por medio de fuerzas de carácter newtoniano hasta que se daba en la cabeza con un puesto de algo que aparecía de la nada. Se vendían unos bigotes que olían a pápaloquelite, elotes, buñuelos y hot cakes en los que con dos gotitas de masa salían las chichis de alguna encuerada. En dos ocasiones fue menester que pateara a un infante que había decidido morderme las nalgas. Luego vinieron los cohetes, que iban a explotar en cuatro segundos porque alrededor de la zona donde caían se abría un claro lleno de gente pendeja que se reía de que le tronaran entre las patas. Si daba la casualidad que uno fuera el centro del claro el asunto estaba concluido. A las once salió una figurita miriñáquica que me dijeron era el Delegado, dio el Grito y se metió a cenar. El resto de la gente inició en ese momento una batalla memorable a través de armas contundentes. Como no había piedras se decidió que los elotes eran adecuados para tal fin. En el momento que yo me empezaba a preocupar el destino me dio la razón y se manifestó en forma de un elotazo en la nuca que me borró para siempre el nombre de mis abuelos. Todavía hoy me pregunto como es que no le apuntaron al noviode mi amiga que, como ya expliqué, era un blanco más conspicuo.Eso fue todo: decidí que lo mejor era huir a toda prisa, el pedo es que como en cualquier campaña de guerra el movimiento era envolvente por lo que para caminar en dirección contraria tuve que sortear un cohete, recargarme en el seno de una señora embarazada y besar a uno de bigote. El rumbo hacia el coche fue igual de pausado que la salida de los franceses de Rusia. Al llegar al auto y tratar de ver los estragos de la noche en mi cara lo único que vi fue el hoyo dónde estaba el espejo que se habían robado.Terminamos en casa de diana jugando dominó, ellos riéndose y yo con un humor de los mil diablos.Por eso cuándo me preguntan sonrío cortésmente sin que nadie sepa que por dentro estoy mentando madres.

jueves, 25 de marzo de 2010

CONFERENCIAS

Leí con cierto sobresalto que el buen Eusevio Ruvalcaba se había apersonado para dar una conferencia en Almoloya (imaginar al mochaorejas entre la concurrencia) y que en apariencia la pasó bastante bien, aunque relata que algunos lo veían fijamente y con mucha agresividad, lo cuál hubiese sido causal suficiente para que un servidor abandonara el ruedo y se regresara corriendo a casa. El caso es que no quiero hablar de Eusevio o de su capacidad, sino de las conferencias en sí mismas, ya que me parecen un acto social digno de mucha atención.

Se asume normalmente que para que tal evento ocurra, es necesaria una conjunción en la que haya un señor dispuesto a hablar y un par de docenas con ganas de oirlo (lo cual es muy saludable pero a veces está lleno de agujeros como veremos más adelante). Este paso, por cierto, en ocasiones es simplemente incumplible, lo que produce que los organizadores del evento inviten al señor de la luz y al que barre para que se sienten en las butacas y acompañen en su soledad al conferencista, mientras le explican que "es un mal día" o que "con este tránsito seguramente la gente se retrasó".

Lo primero de lo primero es elegir un tema medianamente legible y esto tampoco es cosa fácil, ya que en algunos de los casos, los conferencistas son especialistas a la novena potencia en un tema que, desgraciadamente, solo les interesa a ellos, lo que produce invitaciones a escuchar cosas como: "el uso de condimentos en la cocina poblana del siglo XVI" o " el maltrato doméstico en la tribu huicaxostle: un preludio de modernidad". En estos casos, si el que da la conferencia no cuenta con una familia numerosa, el asunto estará destinado al más irremediable fracaso y el evento se transformará en una tertulia.

Otra opción tiene que ver con temas técnicos. al respecto me remito a la pagina once de El financiero, publicada hace poco, en la que se promueve la asistencia a un pánel para conocer las "estructuras financieras en proyectos de infraestructura del sector privado", en la que el público en general se podrá ver beneficiado de tan invaluable aporte por solo $2,100 mas IVA. En este caso supongo que deben existir seres humanos capáces de informarnos qué carajos es una estructura financiera y como ésta colabora con los proyectos de infraestructura; asumo también que los asistentes no son idiotas, por lo que consideran que el dinero gastado es pura inversion que les permitirá acrecentar sus ganancias o revendre la información a alguien menos preparado.

Una tercera opción, más escalofriante aún, es la de los señores que recetan autoayuda y que le explican al resto de sus congéneres cosas como la forma de hacerse rico, de ser felíz o de enfrentar los problemas del mundo. en este caso se trata de un señor normalmente muy listo, quien ha encontrado una fórmula de ayuda que aplica indiscriminadamente a una nube de gente que claramente no es tan lista y que acude en masa, pagando para aprender técnicas de asertividad que le permitan regresar el plato de ejotes en un restaurante si no está a la tempratura correcta. Los campeones mundiales de esta categoria son un señor que se llama Miguel Angel Cornejo -que le enseña a la gente a ser excelente- y otro que se llama Jaime Maussan, cuyas charlas versan sobre presencias extraterrestres en el planeta, lo que resulta notable (nunca he entendido por qué los extraterrestres son tan misteriosos y no descienden a las doce del dia en el zocalo, en lugar de andársele apareciendo a gente que probablemente, como concecuencia causal de tan honrosa visita, sufre reblandecimiento cerebral), porque de hecho hay gente que asiste y hasta lleva sus videos en los cuales aparece un objeto volador no identificado sobrevolando la colonia Barrio Camisetas.

En todas las conferencias a las que he asistido (que no son muchas), siemrpe hay un baboso que quiere evidenciaral ponente y le pone toritos que empiezan invariablemente diciendo cosas como: "discrepo de su idea en el sentido de que el coronel Jodl fue el culpable del fracaso en la voladura del puente en la batalla de Marengo". Si el conferencista es listo, lo deja hablando solo; pero en caso contrario, se arma un diálogo que termina con los dos con las venas saltadas y gritándose peladeces, mientras la organizadora del evento llama a la cordura.

Conferencias...

martes, 23 de marzo de 2010

DE TONTOS Y DINOSAURIOS

La evidencia mas concreta que recuerdo de alguien hablando de cosas que no entendía tiene que ver con un maestro que tuve. cuya caracteristica distintiva se podia resumir en 3 palabras: era un estupido.
No recuerdo una sola clase en la que supiera de que estaba hablando, sin embargo, tenia la característica casi milagrosa de aparentar como que sabía y entonces decía con extraordinario aplomo cosas como que el río amarillo se llamaba así por que etaba lleno de orines de chinos o que Praga era la capital de Bulgaria. Si alguien lo corregía parpadeaba para luego afirmar " eso dije"

Traigo esto a colación no porque me parezca particularmente interesante sino porque, creo, refleja una costubre, que es la de hacer como que uno lo entiende todo antes de pasar el papelazo de quedar como un imbecil.

Para ilustrar la idea me ofreceré como voluntario y utilizaré un ejemplo literario que me parece paradigmático y que simplemente no entiendo.

En estos ultimos días he estado leyendo acerca de unos crimenes gracias a una colección de nota roja de mi abuelo. Leyendo uno de estos libros escrito por el sr. Ronquillo, me encontré con la siguiente frase "cuando al lugar de los hechos llegaron los refuerzos, las bolsas, como el dinosaurio de Monterroso, seguian ahí" lo siguiente que hice fué pararme y buscar en el librero los libros de monterroso y sufrí un preinfarto cuando me di cuenta que el impecable orden alfabético de mi abuelo había sido perturbado por la señora que sacude. Finalmente encontré el texto que buscaba, Obras completas (y otros cuentos), lo abrí en la página 71 en la parte superior se leia "el dinosaurio" y todo lo demás, incluida la página siguiente estaba en blanco, en la página 73 pude leer la siguuiente frase "y cuando despertó, el dinosaurio aún estaba ahí" de la cual había escuchado cientos de referencias, entre ellas que es el cuento más pequeño del mundo.

Bien, en este momento haré una serie de dolorosas confesiones, la primera e que no tengo la menor idea de a que se refiere la frase monterrosiana, la segunda, es que no entiendo por qué es un cuento y la tercera es que sospecho que estoy cometiendo un pecado, pero ni modo.

¿A qué se debe que no comprenda algo tan exitoso? citaré algunas posibilidades:
a)soy medio güey
b)no he leido algo que todos ya leyeron
c) estoy amargado.
Podrían ser miles de cosas, pero el hecho es que sigo sin entender el cuento de el dinosaurio y que continuaré pensando que soy un badulaque o utilizando un modelo autoexculpatorio, que los demás tampoco entienden pero hacen como que sí para no lucir como hoy luzco yo.
Un saludo para el señor Monterroso y la esperanza de que algun día revele el secreto, que ya me empieza a oler a podrido.

viernes, 19 de marzo de 2010

DE INTELECTUALES

Me imagino que los servicios diplomáticos de todos los paises del mundo tienen un librito o un manual en el cual se explican las costumbres planetarias y que recomiendan cosas como ver a los ojos de una princesa de bora bora que trae los pechos de fuera, o usar el cuchillo correcto en el baile de los reyes de belgica. Me imagino tambien que en el caso de México hay un apartado así de grande en el que se advierte a los reyes, presidentes o primeros ministros que todo aquel que llegue a estas nuestras nacionales tierras, se enfrentará a una serie de ritos ígnotos que pueden poner su vida en peligro.

El primero y el más conspícuo, consiste en calarle al ilustre visitante un sombrero de mariachi. ¿para qué? lo ignoro, como ignoro el destino que dicha indumentaria tendrá al regreso. El manual debe ilustrar también sobre las visitas a los sitios menos visitables del mundo, como la fábrica de latas o de mofles para motocicleta. Me imagino tambien que el librito de marras advierte sobre la necesidad de usar tapones para los oidos, ya que un matracazo a traición es estímulo suficiente para desgraciarle la trompa de eustaquio a cualquiera.

Sin embargo y aunque usted no lo crea, el tema de esta ocación no es el de las visitas diplomáticas, sino de una parte del rito que siempre ha llamado mi atención por bizarro: el de la cita del visitante con los intelectuales.
Algunas vez un amigo de mi padre viajo a Argentina, lo mismo que un centenar de gorronnes invitados por el presidente; todos aquellos tenían algo en común: eran "intelectuales" (lo pongo entre comillas por que desconozco el significado del término).

La mayoria de estos señores, entre los que se contaban varias glorias nacionales, hicieron lo que la lógica indica y vivieron en completo estado de ebriedad varios días y de regreso se pararon a fayuquear todo lo que pudieron. Digo que era lógico por que yo hubiera hecho lo mismo, despues de todo, ¿qué se esperaba de estos señores? ¿que escribieran sonetos de jueves a domingo?¿Que entendieran las relaciones culturales entre las dos naciones? lo dicho: pura gorra. El único saldo palpable de tal visita, no es una escuela en Buenos Aires qe se llame Benito Juárez o un programa establecido de intercambio cultural, sino una televisión portatil que mi amigo le vendió al ropavejero ya descompuesta.

Pero perdone usted; este tampoco es el tema, lo que quiero discutir es una simple pero perturbadora pregunta ¿ qué carajos es un intelectual? lo que un se imagina es que por tal término debe entenderse que se trata de un sr(a) que se la sabe de todas todas y que ha destacado en un área artística. ¿ por qué artística? misterio de nuevo. Dos problemas percibo: el primero es que nadie se describe a si mismo como "intelectual" ya que no solo suena inmodesto sino ridículo. La paradoja es que son tan brutos que les encanta que los demás sí los distingan de tal manera. El segundo problema, se encuentra en el sistema de acreditación; ¿quién es el que califica al resto dentro de la categoria de intelectuales? Parecería que tal mérito se obtiene con el paso de los años, por lo que nuestra grey del intelecto debe sumar más años que la era cenozóica, asunto con el que tengo nada en contra, aunque, no comparta la idea de que la vejéz sea mérito alguno, como no lo implica ser de Michoacán o vestirse de gris.

En fin, propongo que en el siguiente desayuno de intelectuales nos presentemos en un acto de sabotaje, tosos los que podamos, con el fin de obligar a alguien a explicarnos por qué los que se están comiendo medio kilo de machaca caben en la definición y nosotros no.
Sería buenísimo...
Entras en la escalera de lo oscuro,
manos en la pared te acechan,
se te acercan las lámparas y te besa la luz,
los ritmos del aire te quisieran poblar.

En un recinto opelecente,
una tendencia simple a la penumbre,
flama de incitación.

Ese brebaje que te bebes es el tiempo.

Lo que dicen mis labios es la sal
(la sal que trajo la fortuna para escarchar el borde de tus labios.)

jueves, 21 de enero de 2010

secreto...

Sólo tú y yo sabemos lo que ignora la gente
al cambiar un saludo ceremonioso y frío,
porque nadie sospecha que es falso tu desvío,
ni cuánto amor esconde mi gesto indiferente.

Sólo tú y yo sabemos por qué mi boca miente,
relatando la historia de un fugaz amorío;
y tú apenas me escuchas y yo no te sonrío...
Y aún nos arde en los labios algún beso reciente.

Sólo tú y yo sabemos que existe una simiente
germinando en la sombra de este surco vacío,
porque su flor profunda no se ve, ni se siente.

Y así dos orillas tu corazón y el mío,
pues, aunque las separa la corriente de un río,
por debajo del río se unen secretamente.